A pesar de sus méritos, Ibn Zaydun ama
A pesar de sus méritos, Ibn Zaydun ama
las vergas que se guardan en los calzones;
si hubiera visto un falo en las palmeras
se habría convertido en pájaro carpintero.
¿Acaso hay para nosotros…
¿Acaso hay para nosotros,
después de esta separación, una salida;
puede quejarse cada uno de nosotros
de lo que ha sufrido?
Pernoctaba yo en los tiempos
de nuestras visitas mutuas durante el invierno
sobre las brazas crepitantes por la pasión.
¿Cómo, pues, estando en la situación de este abandono,
ha apresurado el destino lo que yo temía?
Giran las noches y no veo el fin.
De nuestro distanciamiento,
ni la paciencia me libra
de la esclavitud de mi anhelo.
Riegue Dios la tierra donde estés
con toda clase de lluvias copiosas.
Ave veloz
Ciertamente que Ibn Zaydūn, a pesar de su prestigio
Estaba sonado por los barrotes de los pantalones;
Si un pene viera, sobre alguna palmera,
Él sería de las aves más veloces.
Cuando caiga la tarde
Cuando caiga la tarde, espera mi visita,
pues veo que la noche es quien mejor encubre los secretos;
siento un amor por ti que si los astros lo sintiesen
no brillaría el sol,
ni la luna saldría, y las estrellas
no emprenderían su viaje nocturno.
Cuando te enteraste de lo mucho que te quiero…
Cuando te enteraste de lo mucho que te quiero
y supiste el lugar que ocupas en mi corazón,
y cómo me dejaba arrastrar por el amor, sumisa,
yo, que a nadie más que a ti consentí que me arrastrara,
te alegraste de que el sufrimiento cubriera mi cuerpo
y de que el insomnio pintara de negro mis párpados.
Pasa tus miradas por las líneas de mis cartas
y verás mis lágrimas mezcladas con la tinta.
Cariño mío: mi corazón se deshace
de quejarse tanto a un corazón de pura piedra.
El hexágono
Tu apodo es el hexágono, un epíteto
que no se apartará de ti
ni siquiera después de que te deje la vida:
pederasta, puto, adúltero,
cabrón, cornudo y ladrón.
Enamorado de Júpiter
Si fueras justo con el amor que existe entre nosotros,
no habrías escogido ni amarías a mi esclava;
has dejado una rama donde florece la hermosura
y te has vuelto a la rama sin frutos.
Sabes que soy la luna llena,
pero, por mi desdicha,
de Júpiter estás enamorado.
Enamorado de su secretario
Ibn Zaydun, a pesar de sus virtudes
maldice de mí injustamente y no tengo culpa alguna;
me mira de reojo cuando me acerco a él,
como si fuese a castrar a su Ali.
Enhorabuena, al-Asbahī, por los beneficios
Enhorabuena, al-Asbahī, por los beneficios
que has recibido del Señor del Trono, del Benefactor;
has conseguido con el culo de tu hijo
lo que no consiguiera
con la vulva de Būrān su padre al-Hasan.
La separación
Tras la separación, ¿habrá medio de unirnos?
¡Ay! Los amantes, todos de sus penas se quejan.
Paso las horas de la cita en el invierno
sobre las ascuas ardientes del deseo,
y cómo no, si estamos separados.
¡Qué pronto me ha traído mi destino lo que temía!
Más las noches pasan, y la separación no se termina,
ni la paciencia me libera, de los grilletes de la añoranza.
¡Que Dios riegue la tierra que sea tu morada,
con lluvias abundantes y copiosas!
Pura piedra
Cuando te enteraste de lo mucho que te quiero
y supiste el lugar que ocupas en mi corazón,
y cómo me dejaba arrastrar por el amor, sumisa,
yo, que a nadie más que a ti consentí que me arrastrara,
te alegraste de que el sufrimiento cubriera mi cuerpo
y de que el insomnio pintara de negro mis párpados.
Pasa tus miradas por las líneas de mis cartas
y verás mis lágrimas mezcladas con la tinta.
Cariño mío: mi corazón se deshace
de quejarse tanto a un corazón de pura piedra.
Si fueras justo con el amor que existe entre nosotros…
Si fueras justo con el amor que existe entre nosotros,
no habrías escogido ni amarías a mi esclava;
has dejado una rama donde florece la hermosura
y te has vuelto a la rama sin frutos.
Sabes que soy la luna llena,
pero, por mi desdicha,
de Júpiter estás enamorado.
Tengo celos de mis ojos, de mí toda…
Tengo celos de mis ojos, de mí toda,
de ti mismo, de tu tiempo y tu lugar.
Aún grabado tú en mis pupilas,
Mis celos nunca cesarán.
Yo, ¡por Dios!, merezco la grandeza
Yo, ¡por Dios!, merezco la grandeza
y sigo orgullosa mi camino.
Doy gustosa mi mejilla a mi enamorado
y doy mis besos a quien los quiera.