Fragmento de la entrevista:
“¿Qué herramientas nos da el ecofeminismo para poder hacer las ciudades más habitables?"
El ecofeminismo quiere poner en el centro la vida. Poner la vida como protagonista. En toda esa crisis ecológica que hemos descrito, las ciudades juegan el papel del león, del depredador: son las mayores emisoras de gases de efecto invernadero, las mayores consumidoras de los productos que han sido fabricados con los minerales extraídos de la corteza terrestre. Son verdaderos sumideros de energía y de materiales. Y también, la ciudad, en esa falsa dicotomía entre ella y el campo, se plantea por encima del mundo rural. Se perciben como dos cosas completamente diferentes, a pesar de ser obvio que no hay ciudad si no hay campo. En una ciudad grande como Madrid, por ejemplo –que es donde yo vivo–, habitan millones de personas pero, sin embargo, en la ciudad no se produce nada que sirva para estar vivo, nada que mantenga la vida corporal. Las ciudades, dentro de esta desigual distribución de los recursos, acaparan una parte importante de ellos. Además, las vidas en las ciudades ante la crisis ecológica y social, ante el cambio climático, se vuelven muy vulnerables. La vida en la ciudad se empieza a hacer mucho más difícil y aparecen importantes focos de exclusión, de desempleo estructural. Es más, cuando se producen las supuestas recuperaciones económicas, se basan en un deterioro importante de las condiciones laborales de las personas. El trabajo ahora mismo no te libra de la pobreza ni de la exclusión.
¿Qué podemos hacer nosotros, los ciudadanos críticos?
Primero creo que hay que tomar conciencia de los diagnósticos. Se suele decir mucho, desde los movimientos sociales y a veces desde el ámbito político, que debemos dejarnos de diagnósticos y pasar a las acciones. Yo creo que los diagnósticos ni están bien hechos, en la mayor parte de los casos, ni son tan compartidos como pareciera. Para mí es un elemento central. ¿Qué elementos tenemos desde una perspectiva ecofeminista para poder reconfigurar las ciudades? Hay elementos en los que se puede actuar en términos de energía que son claves. Uno es el sector de la edificación. Hay propuestas elaboradas y conocimientos suficientes como para rehabilitar el parque de viviendas bajo criterios ecológicos: pensar en energías pasivas, en aislamientos, en la utilización de los tejados para la instalación de paneles solares. El propio modelo urbano se ha diseñado en función de las necesidades del capital y no tanto de las necesidades de las personas que viven en la ciudad.
Varios estudios sobre el tiempo que tardamos de casa al trabajo nos dicen que los que viven en el sur de Madrid tardan entre una hora y una hora y media al día para ir y volver del trabajo…
Sí, se han ido alejando los lugares en los que se dan las diferentes dimensiones de la vida. Tú puedes vivir en un barrio, trabajar a muchos kilómetros de distancia o tener a tu padre o madre, al que tienes que cuidar, muy lejos. Eso implica mucho tiempo de personas, sobre todo de mujeres, que son quienes realizan mayoritariamente las tareas de cuidado y también mucha energía fósil. Existe a día de hoy la posibilidad de hacer una regeneración urbanística que tengan por objetivo facilitar la vida de las personas en todas sus diferentes dimensiones. Esta reforma serviría también para reducir la huella ecológica o los gases de efecto invernadero. Otro ámbito clave es el del transporte, se puede hacer una reformulación clara del modelo de transporte penalizando el uso del transporte motorizado individual y privado favoreciendo los transportes públicos colectivos y electrificados. En ese sentido hay que favorecer, al máximo posible la movilidad en bicicleta o caminar por la ciudad. Otro elemento clave, son los sistemas alimentarios. Una parte importante de las emisiones de gases de efecto invernadero están en el sistema de producción industrial de alimentos. Hay que apostar por la alimentación agroecológica y sobre todo por una reducción drástica de consumo de proteína animal. Hay que tener en cuenta que en la mayoría de casos es producida con criterios industriales. Sería un paso para recomponer unas relaciones básicas con la naturaleza y proteger a las personas que viven en las ciudades.
Con todo ello, no sería suficiente para frenar el cambio climático. ¿Qué otras propuestas hay?
Podríamos hablar también de criterios de adaptación al cambio climático. Lo llaman infraestructuras verdes, pero básicamente es tener mucho más arbolado y plantas. Dejar un espacio para la propia tierra dentro de la ciudad y valorar también la biodiversidad natural que existe en la ciudad. Hay propuestas muy interesantes, en Vitoria se están trabajando, sobre el concepto de ecorregión. Habitualmente se piensa en la ciudad desligada del entorno. La ecorregión pretende desarrollar un tejido rural vivo de tal modo que se piense, por ejemplo, en la producción de alimentos o cualquier otra producción económica. Se desarrollarían los circuitos locales y se recortarían de una forma importante las distancias que recorren los alimentos desde el punto en el que son producidos hasta dónde son utilizados.
¿Y los residuos? Parece ser que es uno de los grandes problemas en las ciudades y en los grandes vertederos. ¿Qué harías tu?
Hay que apostar primero por la reducción de todos los residuos. El mejor residuo es el que no se produce. A partir de ahí, con todo el conocimiento que tenemos, ver como promover sistemas de separación. Es muy importante recuperar la materia orgánica porque somos un país muy deficitario en materia orgánica. Este es un factor clave para que la agricultura no tenga que importar de países empobrecidos fosfatos y nitratos. Esta importación sigue incrementando la huella de carbono, y destruye la vida de otros pueblos que son saqueados.
Pero, ante todo esto, tú defiendes que el feminismo puede hacer una gran aportación. ¿Pero en qué puede contribuir en concreto?
También desde un punto de vista feminista podemos revisar la ciudad. ¿Cómo están los semáforos? ¿Dónde están los bancos para sentarse? ¿Cuáles son los espacios verdes? Como se camina por la ciudad es clave para poder poner la vida en el centro. Hay que pensar la ciudad también en clave de seguridad: hacer que las mujeres caminen o vivan en la ciudad de una forma más segura. En ese sentido, no se trata tanto de poner cámaras de vigilancia sino de tener espacios abiertos, favorecer un tejido de ciudad en donde la gente esté en la calle. Una calle habitada es mucho más segura que una calle solitaria. Evidentemente hay que incidir también en la educación. Y también, desde un punto de vista feminista, se pueden hacer políticas públicas. De hecho, se están haciendo entorno a los cuidados.
Ponme un ejemplo.
Políticas que trabajen la soledad, políticas que aborden toda la cuestión del cuidado en el domicilio… A pesar de que parte de estas políticas son competencias estatales, los servicios que prestan los municipios pueden actuar. También sería necesario el compromiso de las comunidades autónomas. Por ejemplo: ¿cómo funcionan las residencias para las personas mayores? ¿qué tipo de espacios colectivos tenemos? También creo que es necesario darle una vuelta a los servicios sociales o políticas de equidad. En muchos casos siguen siendo políticas muy estigmatizadoras y criminalizadoras de las personas que están en una situación más precaria económicamente. Las culpabilizan y no aprovechan el tejido comunitario para revertir todas esas dinámicas. Los municipios y las políticas públicas deben de dialogar y promover todo tipo de iniciativas autoorganizadas comunitarias que están fuera de la institución. Me parece que ahora sería clave, frente a la idea de alianza público-privada, una alianza público social o público comunitario para poder revertir esta situación de crisis.
Existen iniciativas a pequeña escala como los huertos urbanos. Se trata de un trabajo de hormiguita, de hacer una vida más agradable para ti. Cambios locales, a pequeña escala. ¿Hay que pensar también en grandes soluciones?
Creo que, en algunos, aspectos se está pensado en ello. Por ejemplo, las entidades de la economía social y solidaria. Han ido creciendo y desarrollando proyectos muy interesantes. Con el nuevo gobierno de la ciudad de Madrid se desarrolló la estrategia de economía social y solidaria. Cuando una política pública empieza a tirar también de las entidades de economía social y solidaria hay posibilidad de multiplicar y de dar a ese sector una escala más adecuada para plantear una disputa de hegemonía económica real. Esto desencadena una reacción del poder, toda su maquinaria empieza a moverse a la contra. Otro ejemplo: en relación a los huertos urbanos se han articulado ciudades alrededor del pacto de Milán. Se están desarrollando estrategias políticas de soberanía alimentaria que pueden dar un resultado bastante bueno. Creo que las iniciativas autoorganizadas y pequeñas tienen dos virtualidades: una, convertirse en laboratorios de experiencias, y otra, ser un espacio donde personas concretas pueden experimentar el éxito de hacer cosas en común. En ese sentido, son espacios de generación de contrapoder que sirva para ir alimentando un cambio en la dinámica institucional. Necesitamos aumentar la escala de esas experiencias tan puntuales y ese aumento de la escala pasa también por reconstruir relaciones con la institución.”
Carbonell, Joan (2019): “Yayo Herrero: vivir en las ciudades será cada vez más difícil”, El Crític, (consultada: 12/1/2022): https://www.elcritic.cat/entrevistes/yayo-herrero-los-partidos-de-izquierdas-a-veces-son-demasiado-miedosos-a-la-hora-de-hacer-frente-al-problema-ambiental-12056